viernes, 6 de diciembre de 2013

"Hungry for change": Los efectos del azúcar en nuestra alimentación.

El 50% de la población no está contenta con su aspecto, y parece que hacer dieta es el único remedio eficaz para perder unos kilos rápidamente. Sin embargo, al poco tiempo volvemos a la rutina alimenticia y ganamos el peso perdido y algún kilo más. El ritmo de vida que llevamos, el estrés, la falta de tiempo, y la falta de control de los alimentos que ingerimos, influyen negativamente en nuestro aspecto y en nuestra salud.

La diabetes, la obesidad, el cáncer, etc, están a la orden del día, y una gran parte de su origen se debe a la comida que consumimos. "La comida mata más gente que todas las drogas del mundo combinadas". Esta es una de las frases dilapidadoras del documental Hungry for change, que os recomiendo que veáis si estáis interesados en la alimentación. 

El problema está en que la comida ha dejado de ser un alimento para convertirse en un producto. Los pasteles, los muffins, los helados, el fast-food, son alimentos que se nos venden con el único objetivo de aumentar los beneficios de la empresa fabricante. Debemos tener en cuenta que solamente 10 empresas dominan el mercado de la alimentación a nivel mundial, y que en el fondo, se trata de un negocio y no de un sistema de bienestar pensado para la población.

La última finalidad de las empresas no es servir comida saludable, sino vender un producto, con sus añadidos y elementos químicos necesarios para aumentar su duración y su sabor, y para mejorar el aspecto del alimento. Cuanto mejor aspecto y mejor sabor, mayor la venta. Algunos alimentos contienen sustancias adictivas que actual como el tabaco y el alcohol, y consiguen que el consumidor necesite más de ese tipo de producto. "Vender un producto adictivo significa ganar a un cliente de forma permanente", ya que necesitará repetir con frecuencia. Las patatas fritas de bolsa son un buen ejemplo.

En todos los anuncios de productos las empresas nos venden una imagen de cuerpo diez, que consume un producto bajo en grasa, sin azúcar, y nos dicen que estaremos estupendos si lo compramos con regularidad. Sin embargo resulta todo lo contrario. Los añadidos que sustituyen al azúcar blanco pueden llegar a ser más perjudiciales, y conseguir el efecto contrario.

Actualmente consumimos unas 22 cucharadas de azúcar al día, ya sea azúcar blanco, dextrosa, glucosa, fructosa, aspartamo u otros edulcorantes. Durante el 1900 se consumían aproximadamente 15 gramos de azúcar al día. Actualmente consumimos 70-80 gramos diarios. Incluso la leche, un producto de alimentación considerado básico para los más pequeños, ha dejado de ser un alimento sano para convertirse en un alimento peligroso por su adulteración en el proceso y por las hormonas femeninas inyectadas a los animales para conseguir una mayor producción. Un vaso de leche puede llegar a contener entre 5 y 6 terrones de azúcar. Los niños actualmente llegan a consumir hasta 120 gramos de azúcar en un solo día. Por no mencionar las bebidas refrescantes que mezclan aspartamo con cafeína, una mezcla explosiva para la salud.

Tenemos tal falta de información sobre los productos desaconsejables que actualmente es posible encontrar botes de aspartamo en el supermercado, y muchos ciudadanos lo compran pensando que es un edulcorante más, sin efectos nocivos. El azúcar, las grasas trans, hidrogenadas, etc, las encontramos en el pan, los cereales, las pastas, la comida envasada, hasta en el sushi. Y aunque somos conscientes de que no son buenos para nuestra salud, al no ver efectos inmediatos en nuestro cuerpo, seguimos consumiendo sin límite, como un hobby. Forma parte de nuestra cultura y es complicado resistirse.

La comida nos hace sentir bien. Si tenemos un mal día lo primero que hacemos es comer algo dulce porque nos genera una especie de sentimiento efímero de confort. Pero es imposible actualmente eliminar del cuerpo la cantidad de azúcar que llegamos a consumir. Estamos programados para poner grasa en nuestro cuerpo y vivir con el remordimiento de tener que hacer dieta constantemente para no aumentar de peso. Es el pez que se muerde la cola.

*Información extraída del documental Hungry for change.